Gran parte del viejo movimiento
anarco-sindicalista, la FAUD, se centraba en Renania y el Ruhr, en donde
tenía su base en las minas y en la industria pesada y se había
construido sobre la experiencia de los consejos obreros de 1918. En
Baviera, el movimiento obrero era mucho más voluble. El nacionalismo
bávaro oscureció los acontecimientos: en Munich, el pueblo casi lamentó
la muerte de la pequeña regencia hereditaria local, pero en unos meses
se levantaba en masa contra la burguesía y la clase alta, aunque algunos
veían esto como un contrapunto a la dominación prusiana. Se formó un ‘
soviet ‘ con la participación de intelectuales anarquistas – para ser
aplastado por la viciosa dictadura burguesa-cristiana. El nuevo partido
de Hitler iba a formar parte a su debido tiempo de estas fluctuaciones
de simpatías, al principio porque se le creía ‘ monarquista bávaro’. Su
golpe de ópera-bufa en 1923 fue suavemente desarticulado por el mismo
gobierno que masacró a los trabajadores de la comuna de Munich. En
algunos lugares como en Wurttemberg funcionaron secciones de la FAUD
durante la república de Weimar, principalmente de los trabajadores
ferroviarios que habían escapado de Munich.
En Berlín los anarcosindicalistas
formaban parte de un movimiento anarquista mucho más amplio y se
desenvolvía dentro de una cultura socialista distinta, amargamente
dividida entre los socialistas ortodoxos y los comunistas que
minimizaban el efecto del anarquismo. El éxito del partido de Hitler
tuvo un efecto de ruptura y parálisis en la clase obrera. Durante años
se pensó, incluso los que se oponían al partido comunista, que su
Frente/Ejército Rojo lucharía contra el fascismo. Se esperaba que la
lucha viniera con el éxito de éste ejército, no con su fracaso. Esta
actitud estaba asimilada incluso por los que abogaban por la unidad
socialista-comunista contra el nazismo. Aunque las formaciones de clase
obrera tenían una larga tradición de lucha en las calles contra el
Hitlerismo, nadie previó que la lucha terminaría sin un disparo o una
explosión.
En una ciudad como Colonia, sólo meses
antes de que Hitler tomara el poder los anarco-sindicalistas habían
organizado una manifestación, recibiendo un enorme apoyo popular, contra
la visita del Dr Goebbels, que se quejó amargamente de ‘ ser perseguido
en su ciudad natal como un criminal’. Era un desafío a las tendencias
mayores, que se sentían obligadas a organizar manifestaciones similares,
haciendo los tours nazis de propaganda, en la época de la depresión,
arriesgados en extremo (justo cuando los ‘ historiadores ‘ más tarde
dirían que los nazis estaban consiguiendo un apoyo mayor). Hitler tuvo
que viajar en aeroplano (entonces considerado peligroso) como mal menor.
En Berlín, las marchas de los Nazis
fueron rodeadas y protegidas por la policía (como las marchas fascistas
en Gran Bretaña). Isherwood, como joven observador algunos meses antes
de que los nazis tomaran el poder, apuntó cómo las muchedumbres hostiles
en el distrito obrero de Moabit se reían cuando un veterano capitán de
las SS no podía mantener el paso, y encontrándose a sus propias fuerzas,
e intentaba frenéticamente alcanzar el cordón protector. (Unos meses
más adelante ese capitán probablemente sería investido con poder sobre
la vida y la muerte de los que se reían de él).
Las bandas asesinas nazis atacaban a
opositores cuando éstos estaban solos. Sin embargo eran bastante
cobardes en una confrontación abierta. (La banda a la que pertenecía
Horst Wessel lo intentó y éste se convirtió en un mártir nazi). Las
actividades de hostigamiento a los judíos (antes de tomar el poder) iban
contra los profesionales liberales o los escritores, a menudo cuando
estaban sentados en cafés, y pequeños comerciantes, dejados a su suerte.
Nunca se les ocurrió intentar ataques en las zonas de obreros
organizados de los barrios proletarios, allí quedarían demasiado
aislados. Después de que Hitler tomara el poder – éste le fue dado por
Hindenburg, con la aprobación tácita de la mayoría de los partidos – la
fuerza de las SS creció dramáticamente. Casi de la noche a la mañana las
gigantescas organizaciones obreras se derrumbaron con las detenciones
masivas, absolutamente ilegales, de sus líderes. Nada desapareció más
ignominiosamente que el Ejército Rojo, un día desfilando en las calles
con sus generales entrenados en Moscú, al día siguiente languideciendo
en agujeros y sótanos de los campos de concentración formados
precipitadamente (al principio en almacenes abandonados) sin el
estruendo de un disparo (los desdeñados social-demócratas reformistas
austriacos por lo menos lucharon hasta la última bala contra Dolfuss).
Se ilegalizó al partido comunista, y los
socialistas y el movimiento sindical trataron de hacer las paces con los
nazis y fueron ilegalizados lentamente – después de lo cual la
socialdemocracia no tenía nada que ofrecer. Los líderes de los
sindicatos intentaron transferir sus fondos a las organizaciones de
veteranos de guerra (las que por razones ideológicas los nazis no
podrían secuestrar, pero sí controlar de todos modos). Toda la clase
obrera quedó atontada por el hecho de que toda la defensa que habían
construido a su alrededor se había ido con el viento.
Esto también superó a los anarquistas
alemanes, excepto en Renania, que pasaron a ser un movimiento disidente
marginal, incapaces de hablar y por tanto de crecer. Los trabajadores
renanos fueron más lentos decaer, no se vieron provocados inicialmente
por la acción industrial de los nazis, pero como la propaganda ácrata
desapareció, ellos también terminaron por hacerlo (sin embargo nunca
totalmente). Durante los doce años de la dictadura nazi, algunos grupos
aislados, basados especialmente en la industria, permanecieron activos.
Pero no fue posible ninguna acción coordinada, aunque en Madrid durante
la guerra civil la gente hizo cola para contemplar un falso obús alemán
en el escaparate de un gran almacén, llevando una inscripción, ‘
¡Camaradas! Los obuses que yo hago no estallan’. (Pudo haber sido una
señal de sabotaje, cosa que continuó, o pudo ser propagada – ¿quién lo
puede decir?) En donde los anarquistas alemanes y los comunistas de
consejos (que durante todo el período nazi aparcaron sus diferencias,
nunca grandes) resistieron fue por la acción individual. Es ironía de la
historia, aunque típica, que el único intento de asesinato contra
Hitler digno de conmemoración haya sido el de los generales de clase
alta que apoyaron su esfuerzo bélico hasta que ya se iba a perder
(mientras que intelectuales tales como Rudolf Rocker y Agustín Souchy de
la Asociación Internacional del Trabajo declinaron tras la guerra
utilizar la documentación sobre atentados anarquistas contra la vida de
Hitler con argumentos indudablemente ciertos, de que tal actividad es lo
que trae mala reputación a los anarquistas !! ‘).
Nadie asumió que el asesinato de Hitler
traería la derrota automática del nazismo. Pero tal era la adoración del
héroe Fuhrer, que habría desestabilizado a todo el partido nazi, y
habría sido un revulsivo en la confianza de la mayoría de los anti-nazis
para levantarse una vez más, aunque solo fuera para defenderse. No hubo
tantas tentativas de asesinato contra Hitler como contra Mussolini por
parte de los anarquistas italianos, pero fueron bastante más de las que
generalmente se suponen. Solamente se enumerarán algunas aquí, y no
hemos tocado (hasta conseguir más detalles) otros aspectos de la
resistencia tales como el de los anarcosindicalistas en Duisburgo. No se
ha hecho ningún intento serio de investigación por parte de aquéllos en
posición de sacarlo a la luz (No sea que quite mérito al argumento de
los generales y los aristócratas prusianos de que era su último cartucho
para salvar el Reich?). La primera intentona (de hecho fue la
destrucción del Reichstag y no un plan de asesinato) fue la de Van der
Lubbe, un comunista de consejos. Pensó que el quemar el parlamento de
los nazis y de los que los que les habían regalado la victoria sería la
señal para el levantamiento del proletariado. Aunque logró quemarlo
entero fue denunciado por el comunismo mundial y sus aliados liberales
como agente nazi. Se sugirió que los nazis lo hicieron ellos mismos para
desacreditar a los comunistas (una típica respuesta liberal a la
acción).
El Schwarzrotgruppe, basado originalmente
en Düsseldorf, fue el primero y más persistente de los grupos que
abogaban por -y que planeaban- el asesinato de Hitler. Creían que el
gran error cometido en el incendio del Reichstag fue la implicación de
un hombre de origen holandés, considerando que el odio a los extranjeros
iba a crecer en Alemania con el lavado de cerebro nazi (aunque en un
país totalitario uno está inclinado a pensar que todos piensan y hacen
lo mismo). Hicieron dos tentativas que casi alcanzaron su objetivo, una
vez en la cervecería de Munich en donde se celebraba el fracasado putsch
nazi de 1923, otra vez en la ópera de Nuremberg. Ambas se frustraron en
el último momento, pero cuando los implicados ya habían escapado. Éstos
huyeron a Glasgow (donde fueron acogidos por Frank Leech, un famoso
anarquista, en cuya casa los encontré en 1937). Juzgaron prudente ir a
Birmingham (lo que tuvo una consecuencia interesante cuando, una
generación más adelante, la policía alemana por una confusión (sin duda
causada por la pérdida de sus archivos clasificados en Washington) pensó
que el grupo rojo y negro (anarco-pacifista inglés) que entonces
existía era el mismo grupo SchwarzRot (Rojo y negro), desde hacía tiempo
absolutamente muerto o dispersado, que estaba acusado, para su
sorpresa, de ser el responsable del asesinato de un banquero ex-nazi.
Hubo una respuesta inmediata a estas dos tentativas fallidas en un plan
enteramente individual para disparar a Hitler en una manifestación en
Colonia, pero el hombre responsable fue cogido; quizá no haya
expedientes. Esto llevó a arrestos masivos de trabajadores renanos y
causó una paralización de la actividad. De las muchas otras tentativas
que también se hicieron, una de la que tenemos más datos es el de Hilda
Monte. Ella estaba tanto en el movimiento anarquista como en el
consejista, y había actuado en dos o tres unidades de la resistencia.
Como persona extremadamente resuelta, se vió decepcionada de que la
gente del Schwarzrot no la hubiera utilizado (creían que su origen judío
sería explotado por los nazis, como ciertamente fue el caso posterior
de Herschel Grynszpan cuyo asesinato de Vom Rath condujo al famoso
pogrom de la ‘ noche de los cristales rotos ‘). Para trabajar más
libremente, ella se hizo británica casándose con un activista gay, John
Olday, quien a pesar de ser residente alemán desde su nacimiento, tenía
pasaporte británico a través de un padre canadiense.
Estuvo implicada en los planes de otro
atentado contra la vida de Hitler en una manifestación y escapó por poco
a Inglaterra. Olday fue deportado como consecuencia de ésto. Allí el
grupo con el cual había estado implicada formuló los planes que serían
frustrados por pura casualidad (Hitler no se había dado la vuelta en la
manifestación). Fueron financiados inicialmente por un rico industrial,
George Strauss, laborista (y más tarde Father of the House; [N de T.
título nobiliario?] [Es el título que, en la Cámara de los Comunes
británica, se le otorga al miembro de mayor antigüedad]). Hilda Monte
volvió a Alemania, pero el plan salió probablemente mal y llegó a
Londres antes de que estallara la guerra.
Las autoridades británicas sospecharon de
una alemana que regresaba momentos antes de las hostilidades, ¡además
ella tenía un marido británico con quien nunca había vivido! La
internaron, y como muchos anti-fascistas, sintió la dura humillación.
Entrando en contacto con anarquistas británicos, creyó que esta vez lo
conseguiría si podía entrar otra vez. Ahora Strauss se había retirado de
la sociedad, aunque sus conexiones habían sido útiles (posiblemente
pensó que lo estaban engatusando en un complot nazi. Sin embargo después
de la guerra él reconoció su ayuda anterior). La persona que Hilda
Monte encontró, por casualidad, preparada para respaldarla
financieramente y con contactos oficiales era una estrella de cine
(quién, ya fuera por casualidad o por descubrimiento fue asesinada por
los nazis en Portugal). A ella se le permitió regresar a Alemania (cómo,
no tengo forma de saberlo) y entró en contacto con su grupo, fue
capturada por la Gestapo y asesinada bastante horriblemente, supongo. Un
camarada socialista me informa que Det Sgt Jones, de la Special Branch,
le habló durante la guerra de su preocupación por la manera imprudente
con la que Hilda había sido permitida regresar y su admiración por su
audacia. Parecería que Inteligencia decidió limpiarla de toda sospecha
de apoyo a Hitler, y la dejó llevar a cabo su cometido por su cuenta. No
se la menciona en ninguna lista de agentes aliados enviados a Alemania
(algunos sugieren que se debe a su origen racial o a su sexo pero es más
probable que fuera porque era independiente del gobierno): sus acciones
se conmemoran en Israel (en donde se guardan los archivos de su caso)
aunque nunca fue sionista. Durante la guerra cuando Hitler se reunió con
Franco hubo otro plan para asesinar a los dos juntos, esta vez por
parte de anarquistas españoles, aunque con una cierta implicación
francesa y alemana. Esto habría cambiado el curso de la historia y pudo
haber sido un hito de la resistencia anarquista, de haber tenido éxito.
Aquellos que desprecian estas tentativas como de amateurs deben
considerar que no están hablando de asesinos profesionales sino de
trabajadores ordinarios que vivían bajo opresión intolerable. Como
mínimo estos acontecimientos deben ser hechos públicos y no ocultarse.
Eran representativos de los verdaderos sentimientos de los trabajadores
durante los años de la derrota de la clase obrera, cuando sus dirigentes
arrastraban su nombre en la inmundicia.
(AM – Black Flag, No. 200, Sept. 1990).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario