17.2.15

Cinco claves sobre la participación de las mujeres en territorio zapatista

¿Cómo están participando las mujeres en los distintos cargos del gobierno autónomo zapatista?
“No puede ser que los compañeros digan 'estamos luchando, aquí estamos haciendo la revolución' y sólo los compañeros están desempeñando todos los cargos y las compañeras ahí están en casa, eso no es una lucha para todos”. Quien habla no es una feminista griega, es Yolanda, promotora de educación del Municipio Autónomo Rebelde Zapatista La Paz.
Ahora que está en el candelero la participación de las mujeres en experimentos políticos como Podemos o Syriza puede ser inspirador volver la vista a un gobierno que desde sus inicios apostó por la participación de las mujeres mano a mano con los hombres. Mujeres de los cinco caracoles que han tenido cargos en la Junta del Buen Gobierno, como consejas municipales y autoridades locales, contestan desde su práctica en el cuaderno de texto de primer grado del curso La Libertad según l@s zapatistas. No son supermujeres, no son las mejores ni las más eficaces. Son las que están, elegidas o voluntarias. Tuvieron que aprender a espantar el miedo para gobernar. Y aún les queda camino por recorrer, pero en ello están.
Sus problemas son comunes a los que puede enfrentar una griega, pero con las singularidades de un contexto rural e indígena (triple discriminación) y de un Estado criminal como el mexicano. Compartimos cinco claves sobre su participación:
 
1. Obligarse a sí mismas y convertir en tarea colectiva la participación de las mujeres
    “Al principio no había mujeres en las Juntas de Buen Gobierno. No estábamos acostumbradas a realizar una actividad junto con los compañeros fuera de nuestro pueblo”.
    “Cuando se nombra a las compañeras no quieren aceptar, por más que les digas que hagan, nadie lo quiere hacer, sólo a veces una en la Junta o el Consejo”.
Las mujeres zapatistas no suelen ofrecerse como voluntarias para los cargos, especialmente fuera de sus comunidades.Y, sin embargo, “está equilibrado entre compañeras y compañeros. En total son 30 compañeras que son miembros de la Junta. Los municipios tienen 12 consejos, entonces son seis compas y seis compañeras. Así están los seis municipios”.
Si la mayoría de ellas participa es porque son elegidas, es un imperativo colectivo de la Junta de Buen Gobierno. “En las asambleas de la zona con la Junta y la CCRI [Comité Clandestino Revolucionario Indígena] también siempre se exige que haya participación de compañeras y eso tiene que ir como tarea. Cuando llegan los compañeros o compañeras al pueblo nos dicen que tenemos que nombrar compañeras para las tareas o trabajos donde las mujeres están participando”.
Si una mujer deja el cargo en la comunidad debe reponerla otra mujer. Imposible que haya mujeres que días después de ser electas renuncien a su cargo para que las suceda un hombre. La cuota de género como gesto electoral no es planteable en un Gobierno autónomo que no busca convencer a las mayorías sino sobrevivir dignamente.
Aunque la participación de las mujeres es alta, reconocen no es al 100% y se consideran corresponsables.
    “No sólo tenemos derechos, sino que también en nuestra lucha autónoma tenemos obligaciones, tenemos que cumplir también lo que decimos y hacer los trabajos como se debe”.
    “Nos estamos obligando a nosotras mismas a ver que sí tenemos que tomar un cargo”.
Al hablar también de su responsabilidad eligen colocarse en un rol activo como mujeres.


2. Cualquier persona puede tener un cargo, no tienes que ser la mejor
Una de las propuestas del zapatismo es que todas las personas tienen que aprender a gobernar, aunque no estén muy preparadas. Los puestos son transitorios, revocables y elegidos por la asamblea. Nadie es imprescindible, todos son revocables. Este sistema de participación ha permitido que mujeres analfabetas como la comandanta Ramona se transformasen en grandes estrategas.
La práctica es lo que ha permitido desbloquear el miedo inicial.
    “En los trabajos de las compañeras en los municipios muchas veces el problema que nos hemos encontrado es el miedo a no saber gobernar, a no saber cómo trabajar. Las compañeras se preocupan mucho de llevar bien sus cargos, pero no hay más que superarlo con la práctica. Así han pasado aprendiendo poco a poco con su participación”.
Para ser elegidas basta con que sean personas honestas, dicen. Aunque también admiten que los criterios de elección no siempre son políticamente correctos. “Las jóvenas son más elegidas que las casadas”, por eso se han encontrado con un desequilibro de edad, con jóvenas sin experiencia y que al casarse abandonan el cargo y están tomando nota.
    “Ahora los pueblos ya saben que no pueden nombrar muy jóvenes porque deben nombrar y elegir a compañeras que sean mayores de edad y con algo de experiencia”.
     
3. Generar confianza y acompañar para vencer el miedo a gobernar
“El temor de equivocarnos en los trabajos que nos tocan desempeñar o el miedo a que nuestros compañeros se burlen de nuestra participación” es una dificultad que muchas comparten. Además de obligarse a sí mismas y que las mujeres participen de ser una apuesta política del zapatismo, las compas demandan apoyo moral. “A veces dice la compañera 'no, es que no voy a poder, no sé escribir, no se leer, es que tengo pena de hablar'. Ahí le decimos a los compañeros y a otras compañeras que le animen, que le digan 'vas a entrar para aprender'. Estando ahí, en unos cuatro o cinco meses le vas agarrando a cómo hacer el trabajo, es cómo vas a ir participando'”.
El acompañamiento y el liderazgo compartido –o “colectivismo” como lo nombran algunas– es otra estrategia que ha funcionado.
    “Estábamos todavía nosotras en el periodo de la Junta cuando entró una compa que no sabía leer ni escribir, le ponemos atención, le mostramos lo que hacemos, le vamos enseñando lo poco que ella va a poder aprender, incluso empezó a escribir su nombre”.
    “A veces tenemos desánimo, no queremos tomar cargos porque sabemos que a lo mejor va a ser sola. Si me nombran yo sé que voy a ir en la Junta, pero me siento solita porque mi pueblo no va a ir conmigo y quién sabe si allá hay compañeras”. Para resolver eso, hay pueblos que se coordinan, “nombran dos compañeras en la comunidad y entonces se van las dos a hacer el trabajo”.
La forma de participar del gobierno autónomo favorece la inclusión de las mujeres. “Los puestos de la Junta de Buen Gobierno se van sustituyendo progresivamente. Empiezan a poner a gente que no sabe con gente que sabe y van aprendiendo. Tienen eso bien calculado para que en cada puesto haya un tiempo de aprendizaje, que no lleguen en blanco a algo que no saben, lo aprenden en la práctica”, me contaba la feminista mexicana Sylvia Marcos en una entrevista.


4. Reconocer y nombrar las situaciones de sexismo, inseguridad y hostigamiento
Hagan lo que hagan las mujeres políticas están en ojo de mira, su vida íntima se trae a colación para desprestigiarlas. La prensa está plagada de comentarios que desautorizan a las mujeres con cargos públicos por no ser buenas esposas, buenas madres, buenas políticas... A estos comentarios difamatorios hacia las mujeres las compas les llaman “chismes”.
    “Cuando una mujer se ausenta de su casa, de su comunidad, y trabaja con hombres puede ser mal vista por la comunidad. Se enfrentan a los llamados 'chismes'”.
Cuando son mujeres casadas y se trata de chismes relacionados con la infidelidad, el problema se considera mayor. Terminan abandonando el cargo. “¿Por qué las mujeres cuando cometen ese error no pueden continuar su trabajo y por qué los compas, aunque sea que se meten en problemas de este tipo pueden continuar su trabajo?”, se preguntan.
Pero en un contexto de impunidad y hostigamiento a las comunidades en resistencia, la inseguridad a la que se enfrenta una zapatista no tiene parangón. La movilidad en entornos rurales también es un problema añadido.
    “A veces salimos temprano de nuestras casas y a veces no encontramos carro, a veces llegamos tarde donde se hace el trabajo, pero no es por gusto sino por esa dificultad que tenemos. También a veces hay algunos hombres priístas que nos faltan el respeto como mujeres. Hemos encontrado borrachos en el camino, nos empiezan a molestar, a decir muchas cosas”.
Frente a esto, han articulado estrategias de acompañamiento en algunos casos. En otros no. “Nos hemos arriesgado, porque es un riesgo que tienes como mujer”. Nombrarlo abiertamente, aunque no sea con el calificativo de sexismo, es un gran paso.
 
5. Los cuidados como responsabilidad colectiva para que las mujeres ejerzan su libertad
“No puedo compañeros, es que están muy chiquitos mis hijitos. Quiero hacer el trabajo, pero no puedo”, dicen las compañeras. Ser madre es uno de los principales obstáculos que enuncian. Los trabajos de cuidados en casa no se reparten con sus compañeros ni con los hijos. Es la división sexual del trabajo y las responsabilidades ¿Nos suena? Pero, ojo, estamos hablando de familias muy numerosas y de un entorno campesino, de un trabajo doméstico de alto rendimiento.
En algunos núcleos familiares las mujeres se enfrentan además con la hostilidad de sus propios compañeros: las reprochan que no están cumpliendo con sus tareas, sospechan cuando se ausentan y las amenazan con irse con otra si no vuelven al redil, cuentan.
Para transformar esta desigualdad han conceptualizado derechos básicos. Basiquísimos. El capítulo tres de la Ley Revolucionaria de las Mujeres estipula que las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar. Para ello se han puesto en marcha políticas de planificación familiar desde dentro, para que valoren “cuántos hijos pueden cuidar y no tener hijos cada año”.
En el 96 se amplió la ley revolucionaria de las mujeres: “La mujer tiene derecho a ser apoyada por el esposo cuando ella va a hacer trabajo para la organización. Cuando la mujer va a las reuniones, el hombre debe cuidar y alimentará los hijos y atenderá el hogar”, dice un artículo. Cuidar como imperativo colectivo para los hombres, pero ¿cómo se hace seguimiento de puertas para dentro?
“¿Cómo podemos cambiar si los compañeros no saben todavía tortear, no saben todavía poner el maíz, lavar su ropa? La educación tiene que ser dentro de la casa”, reconocen. Aunque haberlos haylos. Según cuentan, sí hay compañeros que han transformado su aptitud (nuevas generaciones, principalmente) porque en su casa han recibido una socialización de género diferente.
En algunas comunidades también se han dado experiencias de colectivización del cuidado de los hijos para apoyar a las mujeres con cargos. “Hubo pueblos que se organizaron para apoyar a sus autoridades. Cuando quedan niños, les dan tostada. Pero hay pueblos que todavía no hacen eso, no hay organización, no les importa si tiene hijos la compañera que se fue... Falta organizar a los pueblos para que así podamos hacer bien el trabajo”.
Autor: Soraya González Guerrero Fuente: Diagonal

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