23.2.15

El concepto de libertad en las ideas anarquistas

La libertad es, para la filosofía anarquista, su tema central; de ahí que se haya dado en llamar libertaria. Para el anarquismo, la libertad constituye una conquista vital y social; la cuestión no es tanto que el ser humano sea libre de forma innata, sino que precisamente encuentra los caminos para ejercer su libertad porque es la característica primordial de su existencia.

Al margen de lo que pudieran pensar los anarquistas decimonónicos, la evolución de las ideas libertarias muestra una filosofía más vitalista que idealista, su concepto de la libertad no es abstracto sino marcado por una serie de valores concretos situados en un mundo en constante devenir. En la línea del pensamiento de Albert Camus, es el ser humano, también en la vida social, el que se muestra capaz (o no) de otorgar sentido a su existencia; la vida queda marcada para el anarquismo, en suma, por un esfuerzo constante de liberación. Insistiremos en que ese esfuerzo se muestra condicionado por multitud de fuerzas externas, de ahí que la lucha por la libertad pasa por la instauración de una sociedad no represiva que permita su crecimiento. Hay quien ha definido, y no podemos estar más de acuerdo, el anarquismo como una práctica de liberación (Formas y tendencias del anarquismo, Rene Furth). No se cae en ingenuidad alguna, se es consciente de que el individuo puede caer, y lo hace demasiado a menudo, en una inercia contraria a todo compromiso liberador; un motivo más para insistir en un concepto positivo de la libertad, en la construcción de una sociedad con las condiciones adecuadas para ejercerla.

Como ya se ha insistido numerosas veces, la libertad anarquista nada tiene que ver con la preconizada por el liberalismo, más propia del individuo aislado y necesitado para ejercerla de la explotación de sus semejantes y del privilegio económico. Recordemos, una vez más, las palabras de Bakunin: "La libertad sin socialismo es el privilegio, la injusticia. El socialismo sin libertad es la esclavitud y la brutalidad". Antes de eso, el propio Proudhon ya dijo que la libertad aislada, sin vida social, produciría "aún menos sociedad que bajo cualquier otro sistema". La libertad del anarquismo va estrechamente unida a la solidaridad, al apoyo mutuo; la libertad personal, la autonomía individual, no se relega nunca, se elude toda coerción, pero se recuerda constantemente la necesidad de la vida comunitaria. Por otra parte, solo la práctica de la libertad genera una mayor libertad, por lo que cualquier sistema autoritario es incompatible con el anarquismo. Por lo tanto, se rechaza dentro de la filosofía anarquista, tanto el individuo aislado, como el totalitarismo y toda forma autoritaria. Recordemos de nuevo a Bakunin: "Nada es más peligroso para la moral privada de hombre que el hábito del mando. El mejor hombre, el más inteligente, el más desinteresado, el más generoso, el más puro, se echará a perder siempre ante el mando. Hay dos sentimientos inherentes al poder que no dejan de producir nunca esta desmoralización: el desprecio de las masas populares y la exageración del mérito propio. El poder y el hábito de mando se convierten para los hombres, aun para los más inteligentes y virtuosos, en fuente de maldad intelectual y moral".

La libertad para el anarquismo, en definitiva, se realiza en la vida social. Otros conceptos para ejercerla en su plenitud son la solidaridad, el apoyo mutuo y el contrato libre.
De nuevo Bakunin:
"Yo no soy verdaderamente libre más que cuanto todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad es, al contrario, su condición necesaria y su confirmación. Yo no llego a ser verdaderamente libre más que a través de la libertad de los otros, de manera que cuanto más numerosos sean los hombres libres que me rodean y más profunda y amplia su libertad, más lo será la mía. Es, al contrario, la esclavitud de los hombres lo que pone una barrera a mi libertad; o, lo que es lo mismo, su animalidad es una negación de mi humanidad. La libertad, pues, es cosa complejísima, y antes que nada eminentemente social, ya que solamente en sociedad, y dentro de la más estrecha igualdad solidaria de cada uno para con todos, puede realizarse".
Adelantándose a lo estudiado tiempo después por la sicología social, Bakunin nos recuerda que
"cada hombre que conocéis y con el que os relacionáis, directa o indirectamente, determina vuestro ser más íntimo, contribuye a haceros lo que sois, a constituir vuestra propia personalidad".
La libertad implica, de forma obvia en el anarquismo, igualdad. Esa igualdad no es, por supuesto, uniformidad: es más, es la aceptación de la diversidad y de la complejidad lo que lleva a la negación de todo Estado. Frente a las propuestas liberales, formales y finalmente vacías, la libertad anarquista se realiza en función de los demás y de forma efectiva; nuestra autonomía implica a los otros, al igual que en un concierto en el que los músicos intentan sintonizar entre ellos sin que cada miembro pierda la libertad individual. La filosofía anarquista, como nos recordaba Herbert Read (Anarquía y orden), no es esencialista, no parte de ningún punto de partida; como se ha dicho anteriormente, la libertad en el ser humano es una condición posible de su existencia, sobre el individuo recae la responsabilidad de llevarla a cabo. Insistimos en lo pragmático de la filosofía anarquista. La elección de la libertad como parte fundamental de sus propuestas sitúan al anarquismo, con seguridad, como la más profunda y sólida de las teorías políticas modernas. Solo puede entenderse la idea de libertad en el anarquismo atendiendo a muchos otros conceptos: la igualdad, la pluralidad, la autonomía, la educación, la solidaridad como factor de cohesión social o el espacio público como diálogo y confrontación.

En este repaso somero por el concepto de la libertad en el anarquismo, mencionamos a Stirner, pero recordando su difícil acomodación a la filosofía ácrata. Su individualismo extremo, su exaltación de la libertad como una fuerza vital absoluta, le hace caer seguramente en cierto irracionalismo y le opone a la gran mayoría de los pensadores anarquistas; no obstante, su reivindicación de la soberanía individual y su lucha con toda abstracción y trascendencia, plasmadas en su espectacular obra El único y su propiedad, merecen ser siempre recordadas. Para las ideas anarquistas, al menos para la mayoría, por ser cautos, el ser humano es eminentemente social y solo en sociedad puede ser libre o esclavo, lo mismo que feliz o infeliz. El siempre pragmático Malatesta asegura: "Por consiguiente, en lugar de aspirar a una autonomía nominal e imposible, debe buscar las condiciones de su libertad y de su felicidad en el acuerdo con los demás hombres, modificando de acuerdo con ellos aquellas instituciones que no les convengan". La sociedad libertaria, huelga decirlo, es contingente y no resultado de ley natural alguna, resulta posible o no según lo decidan los seres humanos; Malatesta, lejos también de cualquier idealismo y parafraseando a Bakunin, "la libertad de un individuo halla, no el límite, sino el complemento en la libertad de los demás", considera ese aserto como una bella aspiración; no obstante, se recuerda la complejidad y pluralidad de la vida social, por lo que los gustos y necesidades de los demás suponen tantas veces una cortapisa a nuestros propios deseos. Se trata, no obstante, de una reivindicación de la necesidad de acuerdos mutuos y de la comprensión de los posibles conflictos y desilusiones que, sin duda, también existirían en una sociedad libertaria.
CapiVidal

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