6.5.13

El Comandante Jacobo Silva del ERPI cuenta cómo fue capturado por la inteligencia militar

-El entonces subsecretario de Seguridad de la Secretaría de Gobernación y exdirector del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, Jorge Tello Peón, declararía a la prensa que la captura del Comandante Antonio era de una importancia similar a la de la muerte de Lucio Cabañas y de Genaro Vázquez. “La importancia en términos logísticos es exactamente de la misma magnitud; estamos hablando del dirigente operativo de la guerrilla de Guerrero”.

Era el 19 de octubre. Tres semanas antes Jacobo había acordado con “una compañera” –según versiones de prensa, de nombre Ruth Ortega– verse en la esquina del cine Cosmos, afuera de la estación Normal de la línea 2 del Sistema de Transporte Colectivo Metro, en la Ciudad de México. Jacobo llegó minutos antes de la hora señalada y pudo recorrer despreocupadamente el lugar.

Después de aguardar algunos minutos la vio dirigirse hacia él, en compañía de otra persona. Los saludó y los tres caminaron en dirección a la estación San Cosme del Metro. Platicarían en uno de los cafés de la zona. Nada extraño notó Jacobo: como siempre, había niños de la calle y adultos en situación de indigencia.

Justo en el umbral del café Pekín se le lanzaron varios individuos para inmovilizarlo. No lo consiguieron de inmediato y se sumaron más.

“Pensé que era un asalto”, dice Jacobo. Lo único que pudo observar en ese momento fueron los zapatos y pantalones rotos de quienes intentaban someterlo. Eran seis personas.

La gente se arremolinó y demandaba a los supuestos ladrones que dejaran a Jacobo en paz. Intentaban ponerle las manos en la espalda. Cuando pudo levantar la cabeza, observó que personas gritaban: “¡Déjenlo, cabrones!”. “¡Ya déjenlo, ratas!”. Serían alrededor de las 16:30 horas.

“No me quitaban mi reloj ni me esculcaban las bolsas; ahí comencé a sospechar que se trataba de otra cosa; pero pensaba que era un secuestro exprés para que sacara dinero del cajero o para que extorsionaran a la familia”, recuerda Jacobo.

Inmovilizado y a empellones fue trepado a una combi. Los captores le decían, para confundirlo, “¿ya te acordaste de nosotros, cabrón?”. “¡Vámonos, vámonos!”, gritaban. Pero el chofer respondía: “¡No se puede!”. La gente había alertado a policías del agrupamiento Zorros, de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal y habían ya cerrado el paso al vehículo.

“¡Hable por radio con su jefe, hable con su comandante!”, dijeron los captores. “¡Somos federales; no se metan!”. Al dirigirse a Jacobo, le gritaron: “¡Tú no digas nada, hijo de la chingada, porque ya te fregaste!”. Fue lo último que escuchó: además de inmovilizarlo, le introdujeron tapones en los oídos. Los del agrupamiento Zorros terminaron abriéndole paso a la combi.

“¡Chin! Caí en la cuenta de que habían tratado de confundirme y habían mantenido mi mente ocupada para que ni siquiera pudiera decir: ‘¡Soy guerrillero; soy el Comandante Antonio; avísenle a los periódicos’!”.

—Como guerrillero, ¿te habías preparado para enfrentar el hecho de ser descubierto y detenido?

—Al principio pensé: “voy a disfrazarlo y a negarlo todo”, porque de seguro me van a torturar. Pero no estaba agitado; de hecho estaba sereno. Deseché la idea y quise convencerme otra vez de que era un atraco o una extorsión, como muchas que ocurren. Pero seguí serenándome y lo asimilé: era una detención política. Cuando lo comprendí, me dije: “estoy muerto, debo darme ya por muerto”. Y también supe adónde se me conducía: a la tortura.


Jacobo Silva Nogales ("Comandante Antonio") es un exguerrillero, fundador del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente. Nació el 28 de noviembre de 1957 en Miahuatlán de Porfirio Díaz,Oaxaca, siendo hijo de Florentino Silva López e Inés Nogales Cortes. Su padre era carpintero y su madre ama de casa, ambos de origen humilde. Silva Nogales es el quinto de siete hermanos.
Jacobo vivió en un ambiente de pobreza, siendo un niño delgado y enfermizo por su falta de alimentación y de atención médica adecuada. Cuando su padre perdió el trabajo que tenia y la situación familiar empeoró aún más, su madre se fue a trabajar a la ciudad de México como empleada doméstica, llevándose a Jacobo. Al manifestar su deseo de seguir estudiando la secundaria, fue llevado de regreso a su pueblo.
Debido a que su padre enfermó de una embolia cerebral, toda la familia se mudó a vivir al Distrito Federal, llegando a habitar en un solo cuarto los siete hermanos y sus padres.
Jacobo trabajó con el fin de sostener sus estudios: se empleó en una tienda y luego como aprendiz en una oficina. Así concluyó sus estudios de secundaria en el año de 1976, a la edad de 19 años y decidió seguir estudiando en la escuela de educación media superior del Instituto Politécnico Nacional, en el área de físico-matemáticas. Cuando concluyó sus estudios, consiguió trabajo de maestro rural.

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