"Un minuto de Gloria"
Son las doce del día, el sol está encima de mí y yo estoy encima de la banqueta, me cercioro y tomo el teléfono móvil que saco del pantalón, me doy cuenta que no me lo he cambiado desde hace dos días, pero como es de color negro, casi ni se nota, miro la pantalla del celular y sí, ya son las doce con tres minutos, el calor se incrementa en mi cuerpo, también en mi espíritu, no me incomoda que me dejen plantado – eso ha sucedido muchas veces – pero estar en pleno cenit solar no es muy cómodo, me replegó a la pared buscando un poco de sombra.
Ahora que estoy en la acera, recuerdo que siempre he sido un "naco" - de eso no hay duda - pero nunca me he atrevido a decir piropos en la calle, según yo no es mi estilo, pero esta ocasión fue diferente; La vi venir en dirección contraria, calzaba unas sandalias tipo “pata de gallo” en sus pies delgados y diría yo que hasta delicados, cubría su cuerpo con un vestido blanco con flores estampadas, el pelo suelto sujeto con un par de prendedores en frente, y esa mirada que nerviosa que la hacía voltear a todos lados como buscando a alguien, me recete una frase dominguera: es “más bonita que ninguna”, y pensé ¿qué es lo mejor que le puedo decir?.
Yo cubriéndome del sol, en una fracción de sombra que medianamente me resguardaba, el paso de los automóviles con un incesante ruido que ya me desesperaba, primero un camión con su “chalán”, gritaba desesperado, tal vez pensado que entre más alce la voz, mayor sería el convencimiento que lograría en los transeúntes:
- SÚBALE, SÚBALE, CUARTELES, ADO, LA VOCHO… !!SÚBANLEE¡¡
La música a todo volumen que se desprendía del camión que se detuvo en frente de mí me aturdía más, con todo y todo la rolita estaba buena, una versión más movida de la original en voz del grupo Interpuesto – originarios de Ciudad Neza si no mal recuerdo – comencé a tararearla y a mover los píes como recordando esos momentos en que me soltaba la greña.
Mis recuerdos se vieron interrumpidos por otro “súbaleeee” y me devolvió de nuevo a esa acera en el centro de la ciudad, ya eran las doce del medio día con veinte minutos a lo lejos el camión ya emprendía su ruta a su propio destino y yo seguía esperando, a unos cuantos metros seguía la chica de la que ya me había enamorado, visiblemente impaciente se coloca la mano extendida a la altura de la frente a modo de sombrilla para voltear al cielo, hace un gesto que para mí es el intento de sonreír y me percato de su dentadura blanca y uniforme; pero no es mi estilo decir piropos en la calle me repetí.
Decidido como soy – bueno no tanto – evalué las posibilidades de un potencial acercamiento, atendiendo al porcentaje de posibilidades de que me mande por un tubo, como no soy bueno con los números obvie esta parte y me lance a la aventura, digo, ¿quién sabe? igual y me regala su numeración telefónica.
Y ahí voy.
La veo de frente ella sin reparar en mi presencia, me ve por espacio de dos segundos y voltea hacia otro lado, con la seguridad que me da el venir del barrio camino con paso seguro, una mano metida en la bolsa del pantalón y voy apretando las llaves de la casa – incluso ya se me había olvidado que estaba esperando a alguien – ya casi a la altura de nuestro primer encuentro, el más cercano hasta ese momento, me paso de largo y no le digo nada.
Los vehículos van y viene, muchas personas siguen transitando por la misma acera, camino unos treinta metros y me recrimino el por qué no le hable, me doy la vuelta sobre mi propio eje, regreso por el segundo intento, camino sobre mis pasos más seguro y retorno con ese “tumbao” que tenemos los guapos al caminar.
A un par de metros sujeto de nuevo las llaves, que incluso siento lastiman la palma de mi mano, me detengo frente a ella – carraspeo en la garganta a modo de llamar su atención – y me dirijo con toda la seriedad del caso, ya no hay nadie en esa calle solo ella y yo, le veo directamente a los ojos que son de un color claro, casí como la miel, su nariz parece diseñada a mano y una boca que en ese momento califiqué como sensual.
“Disculpe señorita es la primera vez que hago esto – le digo con un tono solemne – pero me pareció inevitable decirle que es usted la mujer más guapa que he visto y solo quise expresárselo, le pido que no se incomode, ya para mí es difícil estar de pie aquí frente de usted, ya me voy no se enoje.”
Como respuesta obtuve una gran sonrisa y con una voz que me causo ilusión escuche de sus cuerdas vocales un “gracias”.
Me di la media vuelta, y sentí que las manos me sudaban, aún con cierto nerviosismo camine unos cinco metros y la escuché de nuevo: “oye espera”, me detuve en seco, mi corazón latía a mil por hora (o eso me imaginaba) y me dije “ya chingeee”.
Regreso casi de inmediato con un poco más de seguridad en mi persona y le pongo atención “¿si dime?”, con esa dulzura de voz, me explica:
Yo no soy de aquí y perdí mi bolso, así que no tengo dinero, estoy esperando a una amiga pero no llega aun ¿me prestas cincuenta pesos?, sin pensarlo dos veces meto la mano a la bolsa y saco de mi cartera el único billete de esa denominación que tenía y se lo entrego, en ese acto hubo un contacto breve de su mano con la mía, no me importo nada y le sonreí con toda la naturalidad que me fue posible y le proporcione mi numeración telefónica por si necesitaba ayuda, recibí otro “gracias” y ella me proporcionó su dirección telefónica, se dio la media vuelta, no sin antes regalarme otra sonrisa y se fue.
A los pocos minutos se para delante de mí un Taxi, que frena bruscamente haciendo que rechinen la llantas viejas de la unidad, el cual viene manejando el Masta y me grita: “súbete wey” ya vámonos, yo aún buscándola con la mirada su imagen se pierde entre tanta gente que creo también está perdida.
El Masta me dice, “ya son la una pero hay mucho tráfico, le voy a pisar para no llegar tarde”, pone un disco de sus ídolos “Los Acosta”, los acordes comienzan y hacen vibrar las bocinas de su taxi, y la letra recuerdo que dice así:
“Tonto corazón
La dejaste ir…
Mira no lo niegues.
Todas las mujeres
No te importan ya.”
Reviso mis finanzas y entre moneditas de a peso junto como treinta en total y recuerdo que mi único billete de cincuenta ya tiene mejor destino, el Masta me sigue platicando cosas que no atiendo, saco mi teléfono móvil y copio el número de “la bonita” y le marco se oye una voz metálica, grabada “el número que usted marcó no existe” y con la velocidad del taxi me voy, me despido de esa calle, de ese encuentro escuchando a “Los Acosta”, recordando que de esos 60 minutos que estuve parado bajo el sol tuve un minuto de gloria.
Desde esa ocasión me gustan las canciones de “Los Acosta”, y en la siguiente oportunidad en vez de ser tan amable le diré como dicen allá en el rumbo “Ton´s que mi Reyna a qué hora sales al pan”, pero esa ya es otra historia.
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