Por: Sub Tupa
Sentada en el quicio de la puerta,
esperando que la hora cumpliera su ciclo, de vez en vez recordaba eso que
llaman amor había dejado de ser para ella una prioridad.
Sin saberlo su mirada siempre
alegre, perdía ese brillo que acompaña a su incansable sonrisa.
Sentada en el quicio de la
puerta, ella podía escuchar su latir que blandía a sus oídos al ritmo de la
tristeza.
Fin.
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